La Rosita
Hoy por aquí corrió la rutina de
siempre. La alarma suena 5:00 am, trato de apagarla, el celular se cae, los
gatos vienen, hago la finta que me
levanto. Tonteo en la cama hasta las 5:15 am. En la cocina escucho las noticias
mientras hago desayunos, loncheras y
puras cosas que confirman que la juventud quedó atrás, muy atrás.
Ya medio libre, me pongo a ver mi
celular. Que sensación de paz cuando me tomo unos minutos para revisar
tranquilamente mis redes sociales. Ironía total para una persona tan poco
sociable como yo. El mundo puede colapsar al
alrededor mío y ni me entero. No hay drama, son unos minutos.
Mil videos de perros y gatos, posts de películas de mafia
italiana y las locuras del WhatsApp, me hacen la mañana. Soy feliz
con esa dependencia voluntaria que ahora profesamos al celular. Una
notificación me llega, una aplicación
me dice que ya es hora de visitarla, obedezco y comienzan a aparecer mis
“recuerdos”. Esta App recolecta todas
las fotos y publicaciones que hice en
este mismo día, en diferentes años. Es ahí donde hoy me topé con fotos de cuando
celebramos el 1er año de mi hija, hace 9 años.
Todas las fotos me alegraron, me
arrancaron sonrisas, nostalgias. Ver a mis nonnos
más fuertes, toda la gente más joven (y delgada). Pero, hubo un recuerdo en
especial que despertó mis fibras más sensibles. Era una foto de Rosita con mi
hija.
Rosita, fue una señora que trabajó con nosotros durante 10 años. En la
foto, Rosita tenía cargada a la bebe en una mano y con la otra, aparece armando
las cadenetas de colores para decorar el cumple.
Ella pasó 10 años aguantando
nuestros caprichos, cocinando cosas distintas a diario para cada una de
nosotras. Memorizando a la perfección nuestros gustos y preferencias. Jugo de
papaya para mí con menjunjes naturales extras. Pechuga sin grasa y ensalada
para mi esposa. Otra dieta para mi hermana. Correr a cargar la cartera de mi
madre y preguntarle sobre el día de trabajo. Y cuando nació nuestra hija, velar
por su bienestar en general. Nadie sufría más con un intercambio de palabras
entre mi esposa y yo que Rosita. Llamaba angustiada a mi mamá para
acusarnos y en esos minutos hacía que la bebe no se diera cuenta de nada.
Por si fuera poco, aprendió a la
perfección como dirigir las excéntricas fiestas que dábamos en aquella época.
Fiestas de sólo ropa blanca, de sombreros, strippers,
criollas, polladas, sanguchadas bailables, celestiales,
infernales, de disfraces. La lista es larga. Pero, Rosita era la asistente de producción perfecta. Esperaba a los tolderos,
los del chopp de cerveza, el catering, los mozos, todo. Ella dirigía
y lo hacía con gracia, sabor y swing. También la hacía de bartender y coimeaba al
Serenazgo con un buen plato de comida para que deje que la fiesta fluya hasta
el fin. En cada fiesta se metía sus buenos guaracazos
de pisco o chela y nos entretenía con
sus historias. Inolvidable cuando un stripper,
vestido de policía malo, la hizo volar por los aires. Ella no se chupaba nunca, era partícipe de las locuras siempre.

Nos escribimos siempre con mucho
cariño y por supuesto, ya le compartí la foto que ha provocado este texto. El
otro día vino a deleitarnos con su inigualable pollada. Promete venir otro domingo a hacernos papa rellena. En
ese encuentro hemos recordado el pasado sólo con risas. Finalmente, esa es la
idea.
Los dejo, pensando, a quién
recuerdan ustedes con el mismo cariño?