Hace diez años atrás, se conmemoró el veinte aniversario del fallecimiento de John Lennon, como muchos saben, mi ídolo musical. Mi amigo, el guitarrista, me propuso ir al homenaje que se hace cada año en esta fecha, fuimos juntos. Debut y despedida. Han pasado diez años y no he vuelto a ir.
Lo conocí, al guitarrista, en mi primera semana de clases en la universidad. Coincidencias de la vida, él era un viejo amigo de mi comadre y por nuestros gustos musicales, ambos beatlemaniacos, mi comadre siempre quería que él y yo nos conociéramos, pero nunca ocurrió. No tengo idea como su enamorada de esa época, podía sobrellevar con buen carácter el hecho que él y yo pasáramos mucho tiempo juntos. Supongo que ella olfateó, antes que yo, que los hombres sólo me interesaban como amigos. Nos cagábamos de risa, cantábamos y estudiábamos juntos. Lo de estudiar era relativo, pues en realidad estudiábamos la manera de cómo haría yo para pasar Matemática 1. Una vez ideamos el plan perfecto: él daría el examen por mi, sabía mi código universitario, mi clave, todo. El talón de Aquiles de este plan era que, todos mis exámenes anteriores los entregaba vacíos y el profesor no era tan estúpido como para creer que de la noche a la mañana aprendí la materia, que obviamente reprobé.
Muchas personas pensaban que yo estaba enamorada de él, y de hecho lo amaba, pero de una forma muy sana, él a mí de la misma forma. Se preocupaba por que no me emborrachara de más y por que no haga tonterías. Me cuidaba tanto, que una vez estábamos en la piscina de una amiga y yo me moría de la vergüenza que otros me vieran esos kilillos de más (que en esa época eran muy pocos). Entonces él, tiernamente, traía la comida hacia mí, incluso la toalla para que nadie viera nada de este cuerpo latino. Estudiamos distintas carreras y nos alejamos sin querer queriendo. Nos seguimos juntando cuando podemos. El cariño, ese gran cariño siempre está ahí.
Pensé que no encontraría otro gran amigo del género masculino en la universidad y me equivoqué. Al parecer olvidé que las cosas siempre llegan sin que uno las busque. Lo conocí por intermedio de mi gran amiga, la Chola. Por mi parte hubo una química rápida y me cayó tan bien que a los días de conocerlo le hice un CD con canciones que pensaba que a él le gustarían. Desde ese momento fuimos compinches de pendejadas universitarias: de faltar, de falsificar certificados médicos, de burlarnos de los profesores de Estadística, de dejar todo a última hora y aún así salir airosos. Siempre estábamos prestos a ayudarnos el uno al otro, pues compartíamos ese ritmo relajado de ver la vida universitaria, nunca nos estresábamos, literalmente nunca.

Me conmueve ver como ambos siguen siendo parte de mi familia y de mi vida. Me gusta ver como ambos se ríen con mi hija. Me alegra tenerlos hasta el día de hoy.
Los dejo, voy a llamar a uno de éstos buenos muchachos…con el otro ya hablé hace un rato.